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El día que quitaron la frontera

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Mensaje  Trukutu Vie Oct 02, 2009 9:29 am

Julián Bautista sudaba copiosamente y daba vueltas en la cama sin poder descansar adecuadamente; quizás esa inquietud extrema se debía a las horribles imágenes que había visto durante aquella deshonrosa invasión militar haitiana.

Cuando los referidos soldados extranjeros llegaron a Baní, lo cual sucedió sin el surgimiento de ningún tipo de resistencia armada, algunos de ellos profanaron los principales templos religiosos locales y otros incendiaron todas las escuelas primarias y secundarias que encontraron en su camino. Sin embargo, respetaron los monumentos y bustos levantados en homenaje a Máximo Gómez, quizás como una medida de precaución para no tocar los intereses y el honor de Cuba y evitar así el probable respaldo de ese país antillano a los dominicanos.

Históricamente esta no ha sido la primera agresión militar haitiana a la República Dominicana, ya antes Dessalines realizó en el año 1806 el degüello más horroroso jamás visto, de niños y niñas, así como de mujeres y hombres, en la iglesia de Moca y en otros puntos del Cibao. Del mismo modo, años después, los haitianos nos invadieron numerosas veces -manifestó con amargura Manuel y luego motivó su afirmación con estas palabras -la primera embestida contra nosotros, siendo ya un Estado autónomo, se produjo en el año 1822, luego de que José Núñez de Cáceres proclamara nuestra independencia de España. En aquella oportunidad, Haití nos avasalló durante veintidós años, hasta el 27 de Febrero del 1844, fecha en que se proclamó nuestra definitiva independencia. A partir de entonces los haitianos protagonizaron repetidas irrupciones en nuestra nación. Durante doce años nos estuvieron invadiendo, hasta 1856. Agresiones que provocaron las correspondientes reacciones de parte de los patriotas dominicanos. Muchas fueron las batallas que se libraron en suelo dominicano para repeler los reiterados ataques haitianos. Las primeras invasiones se produjeron pocos días después de la Independencia Nacional, en 1844, lo que motivaron las batallas del 19 de Marzo en Azua y del 30 de Marzo en Santiago. Luego le siguió la batalla del Memiso el 13 de abril del mismo año y dos días después la fuerza naval dominicana, comandada por el general Cambiaso, derrotó a los invasores en Puerto Tortuguero. En abril de 1845 hubo necesidad de rechazar la ofensiva haitiana en Cachimán. En septiembre del citado año se logró otra victoria dominicana en La Estrelleta y luego se repitió el triunfo de los criollos en Beller. El 17 de abril de 1849 enfrentamos con éxito a los crueles invasores en El Número y más tarde en Las Carreras. Seis años después los dominicanos vencimos nueva vez a los intrusos haitianos en la batalla de Santomé; también en Cambronal y, finalmente, en el 1856, en Sabana Larga, siendo libradas todas estas batallas en suelo dominicano; porque han sido los haitianos quienes siempre nos han invadido. Nosotros jamás hemos ido a Haití para declararle la guerra... siempre hemos respetado esa frontera que ellos hoy han pisoteado y eliminado mediante la más sangrienta fuerza militar -concluyó Manuel con un manifiesto sentimiento de ira y pesadumbre.

Al desplazarse enarbolando banderas haitianas los tanques de guerra polvorientos, destruían el pavimento de las carreteras y las calles por donde transitaban con sus grandes orugas metálicas.

Cuando iban a la altura del kilómetro veinte de la autopista Baní-San Cristóbal, uno de los referidos tanques sufrió una avería, lo cual motivó que el avance militar cesara momentáneamente. Entonces se permitió que dos minibuses del transporte público, pintados de color azul, que llevaban pasajeros civiles, adelantaran por el paseo de la carretera en dirección hacia San Cristóbal y la capital de la nación. En el primero de esos vehículos del transporte colectivo iba Samuel; el valiente ciudadano que sugirió lanzar agua caliente a los invasores: En el interior de la mencionada guagua pública, a pesar del temor que reflejaban en la faz todos los pasajeros, se criticaba la vil acción de Haití en contra del pueblo dominicano. Se resaltó entonces que en nuestro país los nacionales haitianos, aun los indocumentados, siempre han encontrado trabajo, tanto en labores agrícolas del campo como en tareas de la construcción en las zonas urbanas, y aquí ellos han tenido oportunidades hasta de ser venduteros y buhoneros ambulantes, que mercadean libremente diversos artículos del hogar, así como frutas, dulces de maní, etc.

Aseguraron que si algunas veces la población por su cuenta ha reaccionado contra los haitianos, ha sido por algo altamente antisocial que han hecho; porque algunos de ellos cometen aborrecibles asesinatos, robos con violencia o violaciones sexuales contra personas dominicanas. Se destacó, sin embargo, que las autoridades de aquí, en cumplimiento de la ley, lo que hacen es apresar y someter a la justicia a los haitianos infractores. Asimismo, comentaron que existe una apreciable cantidad de dominicanos presos en Nueva York y en Puerto Rico; no obstante, sostuvieron, hay ausencia de protesta nuestra ante esas medidas privativas de libertad, toda vez que se trata de legítimas actuaciones de las autoridades de esos lugares contra los actos delictivos.

En el radio de aquel minibús azul del transporte interurbano, se escuchaba un noticiario informar que una masa incontenible de ciudadanos haitianos que residen ilegalmente en la República Dominicana había salido a ocupar las calles y carreteras de la región este del país.

Las movilizaciones tumultuosas habían ocurrido en San Pedro de Macorís, La Romana e Higüey. El informativo radial daba cuenta de que lo mismo estaba sucediendo en varias comunidades del Cibao, donde una cantidad extremadamente alta de haitianos indocumentados que se dedican a la realización de diversas actividades productivas y a la mendicidad, se lanzaron violentamente a las vías públicas coreando con insistencia: “Una isla indivisible gobernada por Haití... una isla indivisible gobernada por Haití...”

Cuando las iracundas huestes haitianas entraron al municipio de San Cristóbal, protagonizaron un ensordecedor tiroteo al aire, aparentemente con la finalidad de amedrentar a la población civil al extremo de infundir terror. Allí arremetieron contra numerosas escuelas, incluyendo el Politécnico Loyola y el Colegio San Rafael. También tirotearon los edificios de la sindicatura y de la gobernación. Antes de provocar un gran incendio en la iglesia parroquial, dispararon con ametralladoras contra los murales de la autoría del pintor español Vela Zanetti que decoran el techo del referido templo católico.

Al avanzar las tropas haitianas hacia Santo Domingo, tres de sus tanques de guerra impactaron con sus fuertes orugas metálicas, una y otra vez, el monumento en honor a los constituyentes del año 1844 que se encuentra levantado a la entrada de este municipio cabecera de provincia; acción que descontinuaron cuando lograron derribarlo por completo. Al pasar por Haina, el oficial superior que comandaba la primera de las columnas militares que avanzaban por la carretera, ordenó a un capitán que se transportaba en un jeep pintado de camuflaje, que se internara en el citado lugar a fines de lanzar varias granadas a las plantas procesadoras que operan allí. Al parecer el referido comandante poseía un mapa que le permitía conocer muy bien y con detalles la geografía de la República Dominicana y los lugares donde se encuentran ubicadas las cosas de interés estratégico.

Cuando llegaron los hostiles invasores a la autopista 30 de Mayo, ya había perdido intensidad la luz de la tarde. Al pasar frente al monumento construido en honor a los héroes que ajusticiaron al dictador Rafael Trujillo, el cañón de uno de los tanques de guerra disparó contra el mismo, logrando destruirlo en su totalidad. Aproximadamente veinte minutos después los citados efectivos militares que integraban la extensa caravana armada se encontraban en el malecón de Santo Domingo, y cuando se disponían doblar hacia la izquierda, en la calle Palo Hincado de la zona colonial, para dirigirse al Altar de la Patria con la dañina intención de profanar los venerables restos de Juan Pablo duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella...

-¡Nooo! -gritó Julián Bautista al saltar sobre la cama y despertar sudoroso en medio de un gran espando; luego miró su reloj y reflexiónó -son las cuatro de la tarde; esta pesadilla me ocurrió porque como general comandante de la tercera brigada no debí acostarme a dormir siesta. Aquí hay que estar como la serpiente, siempre en vigilia.

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Mensaje  Goliat Vie Oct 02, 2009 12:56 pm

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